La música concreta es una de esas ideas que no se entienden solo con definiciones. Es algo que se experimenta, que se digiere lentamente y que, con suerte, termina sacudiendo lo que creías saber sobre el sonido.
¿Qué es la música concreta?
El término fue acuñado por el compositor francés Pierre Schaeffer en la década de 1940, pero su esencia venía gestándose mucho antes, cuando algunos artistas empezaron a preguntarse: ¿y si una melodía pudiera nacer de un tren en movimiento o una puerta que se cierra?
A diferencia de la música tradicional, que parte de la notación, los instrumentos y las partituras, la música concreta utiliza sonidos grabados del entorno —naturales, artificiales o mecánicos— como materia prima. Es una música que no parte de notas, sino de eventos sonoros reales. En lugar de una guitarra o un violín, podríamos estar hablando de una caja registradora, un ladrido, una carcajada o una gota cayendo sobre metal.
Una de las claves para entender este enfoque es la relación con la tecnología. El nacimiento del magnetófono —una máquina capaz de grabar sonido en cintas magnéticas— permitió a los artistas capturar el mundo sonoro y manipularlo como nunca antes. Lo que antes era efímero, ahora podía reproducirse, cortarse, pegarse, acelerarse o ponerse en reversa.
Y aquí entra la gran pregunta: ¿es esto música?
De lo sinfónico a lo experimental: los orígenes del sonido grabado
La música concreta no nació de la nada. Es el resultado de una cadena de preguntas, dudas y experimentos que comenzaron mucho antes de que Schaeffer grabara su primera cinta. Durante las primeras décadas del siglo XX, en plena efervescencia de las vanguardias europeas, artistas de todas las disciplinas comenzaron a cuestionar lo establecido.
En pintura, por ejemplo, se debatía si era posible crear una imagen que no se basara en nada real, algo completamente nuevo. En literatura, surgieron poetas que jugaban a escribir versos con palabras inventadas o incluso al azar, sacadas de un sombrero. En música, las preguntas fueron igual de provocadoras: ¿qué pasa si una pieza tiene solo una nota? ¿Y si está compuesta por silencio? ¿Sigue siendo música?
Los futuristas italianos ya en 1911 hablaron del valor artístico de las máquinas. Decían que un tren, un motor o una fábrica también eran capaces de producir arte, aunque no hubieran sido creadas con esa intención. Y aunque en ese momento solo se quedó en el plano teórico (porque, claro, no podías meter un tren en una sala de conciertos), plantaron una semilla.
Esa semilla germinó con fuerza cuando apareció el magnetófono. Por primera vez, alguien podía grabar esos sonidos industriales y reproducirlos en un concierto. Podías tener a un público escuchando el chirrido de una puerta y llamarlo pieza musical. De repente, la música no necesitaba instrumentos, ni músicos en escena, ni siquiera una partitura.
Pierre Schaeffer y la revolución sonora
Pierre Schaeffer fue el que dijo: esto es música. Tomó todas esas ideas que flotaban en el aire y las convirtió en una práctica. No solo grabó trenes, voces, animales o electrodomésticos; los reorganizó, los procesó, los invirtió y los convirtió en obras que exigían ser escuchadas de otra forma.
Uno de sus trabajos más emblemáticos fue la «Sinfonía para un hombre solo», que ya desde el título jugaba con la ironía y la provocación. Allí, no hay orquesta, ni instrumentos convencionales. Hay sonidos. Sonidos puros, procesados, manipulados, combinados, algunos irreconocibles, otros tan cotidianos que sorprende encontrarlos en un contexto musical.
Y lo más revolucionario: Schaeffer no veía estos sonidos como el resultado final, sino como la materia prima para crear algo nuevo. El tren ya no era solo un tren; era un fragmento de ritmo, un grano de textura, una posibilidad armónica en potencia.
Algunos de sus discípulos, como Pierre Henry, llevaron estas ideas aún más lejos. Experimentaron con la cinta magnética como si fuera un lienzo: cortaban, pegaban, ralentizaban, invertían. De ahí nació una forma de crear que abrió el camino para toda la música electrónica posterior.
Técnicas y herramientas de la música concreta
La música concreta no solo introdujo un nuevo concepto de qué es o no es música, también trajo consigo un arsenal técnico completamente nuevo. Si antes la creación musical dependía del dominio de un instrumento, con la música concreta el estudio se transformó en un laboratorio.
La herramienta principal era el magnetófono, un dispositivo capaz de grabar sonidos en cintas magnéticas. Pero lo más importante no era solo grabar, sino lo que se podía hacer después con esas grabaciones: cortarlas, reordenarlas, reproducirlas al revés, acelerarlas, superponerlas o modificarlas electrónicamente. Esto, que hoy parece algo trivial en cualquier software de edición, era entonces una revolución sin precedentes.
Schaeffer y sus discípulos descubrieron que podían, por primera vez, hacer algo que nunca se había podido hacer: crear sonidos físicamente imposibles en la naturaleza, como reproducir una puerta cerrándose al revés, un sonido cuya reverberación contradice las leyes físicas del mundo real.
Se incorporaron técnicas como el looping (repetición de fragmentos sonoros), el collage sonoro, y la modulación por filtros (eco, reverb, distorsión). Se inventaron máquinas o se modificaron las existentes para permitir un control más fino del sonido. Todo esto derivó en una idea brillante: el sonido ya no es el resultado final, sino la materia prima para construir otro sonido.
La música concreta hizo que el compositor no necesitara partitura ni instrumentistas. Era un escultor del sonido, un artesano de ondas, que creaba piezas manipulando la realidad sonora desde su taller.
¿Por qué se considera música? El debate filosófico detrás del ruido
Cuando uno escucha por primera vez una pieza de música concreta, es natural reaccionar con confusión. ¿Esto es música? ¿O solo ruido organizado? Ese mismo conflicto fue el que impulsó a muchos compositores concretos: obligar al oyente a replantearse sus propios límites.
Pensemos en una partitura con una sola nota repetida durante cinco minutos. ¿Sigue siendo una pieza musical? ¿Y si esa nota es reemplazada por el sonido de una piedra cayendo? ¿O el zumbido de un ventilador? ¿Y si el silencio es parte fundamental de la obra?
Muchos músicos de la primera mitad del siglo XX no se dedicaron tanto a componer melodías, sino a desafiar los conceptos clásicos que teníamos de la música, planteando interrogantes sobre el rol del azar, el silencio y la percepción.
Este enfoque no tenía tanto que ver con lo armónico o lo melódico, sino con lo conceptual. ¿Cuándo algo deja de ser ruido y se convierte en arte? ¿Es el creador quien define su obra, o es el oyente quien la valida como tal?
La música concreta operaba en esa grieta filosófica. Y lo hacía con una osadía que descolocaba. Su valor, muchas veces, no estaba en lo estético sino en lo provocador: te obligaba a pensar.
Por eso, aunque muchas de sus composiciones suenan —honestamente— a una “ida de olla”, su papel en la historia del arte sonoro es irremplazable. Cambiaron para siempre las reglas del juego.
Ejemplos emblemáticos de música concreta
Escuchar música concreta es entrar en un mundo completamente distinto. No hay una estructura “verso-estribillo”, ni melodías reconocibles, ni armonías tradicionales. Pero hay propuesta, intención, y una narrativa construida con sonidos reales.
Entre las obras más destacadas está la mencionada “Sinfonía para un hombre solo”, de Schaeffer y Henry. Esta pieza se compone de sonidos cotidianos —respiraciones, pasos, ruidos mecánicos— reorganizados hasta formar una secuencia inquietante, casi teatral.
Otro ejemplo fascinante es la pieza hecha con el sonido de una caja registradora. Aquí, los clics, campanillas y engranajes se convierten en ritmos. O aquella otra, creada únicamente con piedras cayendo y un metrónomo, donde el ritmo y la textura dan lugar a una experiencia sensorial muy particular.
Y eso abre un campo completamente nuevo dentro de la música… puedes hacer una melodía con una caja registradora, y ya se empieza a parecer bastante más a lo que entendemos como música electrónica.
Estos ejemplos ayudan a entender que la música concreta no era un mero experimento intelectual. Había composición, había búsqueda estética. Aunque muchas veces parezca caótica, detrás hay una mente organizando, eligiendo, tallando en el aire.
Y por supuesto, nombres como Pierre Henry, Luc Ferrari, Iannis Xenakis y François Bayle ayudaron a expandir los límites, aportando estilos propios y empujando esta escuela sonora hacia nuevos horizontes.
🎧 Las piezas más icónicas de la música concreta (y por qué deberías escucharlas)
Entender la música concreta no es solo cuestión de leer sobre ella: hay que escucharla con los oídos abiertos y la mente aún más. Estas cinco piezas son fundamentales, no solo por su valor artístico, sino porque definieron el rumbo del género y siguen siendo referencia hasta hoy.
1. Étude aux chemins de fer – Pierre Schaeffer (1948)
¿Por qué es icónica?
Es el nacimiento oficial de la música concreta. Hecha solo con sonidos de trenes, marca el primer intento serio de usar grabaciones como forma de composición musical. Pionera, pura y 100% rupturista.
2. Symphonie pour un homme seul – Pierre Schaeffer & Pierre Henry (1950)
¿Por qué es icónica?
Una obra maestra del collage sonoro. Mezcla sonidos humanos con elementos mecánicos. Fue la primera pieza larga de música concreta que se presentó al público como una sinfonía moderna, sin instrumentos.
3. Variations pour une porte et un soupir – Pierre Henry (1963)
¿Por qué es icónica?
Demuestra que un solo objeto puede ser una orquesta. Solo usa el sonido de una puerta abriéndose, cerrándose y crujiendo. Su riqueza sonora es increíble, y su carácter dramático, inolvidable.
4. Presque rien No. 1 – Luc Ferrari (1970)
¿Por qué es icónica?
Casi nada, pero todo. Grabaciones de campo de una mañana en la costa dálmata, sin edición ni manipulación agresiva. Es la frontera entre paisaje sonoro y música. Poética, simple, poderosa.
5. De Natura Sonorum – Bernard Parmegiani (1975)
¿Por qué es icónica?
Una de las obras más complejas y completas del género. Investiga el timbre, el ritmo, y las posibilidades físicas del sonido. Es casi un tratado técnico en forma de arte. Fundamental para estudiosos y músicos.
Relación entre la música concreta y la electrónica moderna
Uno de los grandes aportes de la música concreta fue que sentó las bases para lo que hoy conocemos como música electrónica. Aunque sus métodos eran analógicos y manuales, el concepto de manipular sonidos grabados y convertirlos en composiciones completas es exactamente lo que hacen hoy productores de techno, ambient o experimental.
La manipulación del sonido que es uno de los grandes pilares de la música electrónica, viene desde aquí.
Los músicos concretos inspiraron el desarrollo de sintetizadores, samplers y estaciones digitales. Fueron los primeros en concebir la música como una arquitectura sonora construida desde la edición. En vez de escribir partituras, editaban cintas. En lugar de ensayar con instrumentos, jugaban con la velocidad, el timbre y la textura.
También crearon una forma de pensar en capas. El concepto de «loop», tan común hoy, nace de estos primeros experimentos con cinta. La idea de usar sonidos cotidianos como instrumentos también es algo que ha sido abrazado por artistas contemporáneos como Björk, Aphex Twin, Oneohtrix Point Never o Matmos.
Y no olvidemos el vínculo directo con Jean-Michel Jarre, quien fue discípulo del GRM (Groupe de Recherches Musicales), fundado por Schaeffer. El nexo está ahí, nítido, trazando una línea clara entre los ruidos grabados en cinta de los años 50 y las pistas electrónicas modernas que escuchamos hoy.
🎼 10 discos esenciales para descubrir la música concreta (y sus herederos)
La mejor forma de entender la música concreta es escucharla. Y no solo escucharla: dejarse llevar, abrir los oídos a lo no convencional y aceptar que esta música juega con otros códigos. A continuación, una selección de discos históricos y contemporáneos profundamente influidos por este movimiento revolucionario.
1. Pierre Schaeffer – Étude aux chemins de fer (1948)
El punto de partida. Este estudio hecho a partir de grabaciones de trenes es considerado la primera pieza de música concreta de la historia.
2. Pierre Schaeffer & Pierre Henry – Symphonie pour un homme seul (1950)
Uno de los álbumes más emblemáticos y complejos del género. Ruidos humanos y cotidianos que adquieren protagonismo en una estructura sinfónica.
3. Pierre Henry – Variations pour une porte et un soupir (1963)
¿Una puerta como instrumento? Este disco demuestra que sí se puede. Cada sonido es manipulado para extraer matices impensables.
4. Luc Ferrari – Presque rien No. 1 (1970)
Paisaje sonoro puro. Grabaciones ambientales que borran los límites entre el arte y la realidad.
5. François Bayle – L’expérience acoustique (1971)
Composición en cinco partes con un enfoque casi sinfónico. Un hito en la evolución del arte sonoro.
6. Bernard Parmegiani – De Natura Sonorum (1975)
Exploración rítmica y tímbrica de sonidos naturales y electrónicos. Muy apreciado en escuelas de arte sonoro.
7. Michel Chion – Requiem (1973)
Una de las obras más intensas del género, combinando voz, ruido y textura en un contexto profundamente dramático.
8. Iannis Xenakis – Bohor (1962)
Una experiencia extrema: densidad sonora, agresión tímbrica, y exploración radical de la cinta magnética.
9. Henri Chopin – Poèmes Sonores (1950s-70s)
Pionero de la poesía sonora. Usa la voz humana, distorsionada electrónicamente, como materia concreta.
10. GRM – Archives GRM (varias compilaciones)
El laboratorio que lo empezó todo. Estas recopilaciones recogen lo mejor de las décadas iniciales del género.
⚡ Discos influenciados por la música concreta
- Matmos – A Chance to Cut Is a Chance to Cure (2001)
Electrónica experimental con sonidos reales de procedimientos quirúrgicos. Fascinante y perturbador. - Björk – Medúlla (2004)
Un disco compuesto casi exclusivamente con voces humanas. Texturas vocales que recuerdan el espíritu concreto. - Aphex Twin – Selected Ambient Works Volume II (1994)
No es música concreta en sentido estricto, pero comparte el uso de texturas abstractas y atmósferas no melódicas. - Oneohtrix Point Never – R Plus Seven (2013)
Música experimental contemporánea que hace guiños claros a técnicas concretas: cortes abruptos, collages, manipulación digital. - Jean-Michel Jarre – Oxygène (1976)
Aunque más melódico y accesible, Jarre fue alumno del GRM y su obra está impregnada de esta herencia sonora.
Consejo para escucharlos: No esperes armonía ni estructura tradicional. Déjate llevar. Escuchar música concreta es como visitar una galería de arte abstracto: no todo se entiende, pero todo te hace sentir algo.
La herencia de la música concreta en el siglo XXI
Aunque no se escuche música concreta en la radio o en las listas de Spotify, su legado es enorme. No solo vive en la música electrónica, sino también en el cine, en el arte sonoro, en el diseño de sonido de videojuegos e incluso en la publicidad.
Hoy, un productor musical puede usar sonidos ambientales, sintetizadores, efectos y grabaciones con una libertad que fue conquistada por los pioneros concretos. Además, herramientas como Ableton Live, Pro Tools o Logic Pro tienen su raíz conceptual en las técnicas que Schaeffer y sus colegas desarrollaron a mano, cortando cinta y pegándola con celo.
También ha habido una reivindicación académica. Universidades, museos y centros de arte programan conciertos, charlas y talleres sobre música concreta. Se entiende, al fin, que su valor no está en ser “agradable al oído”, sino en haber cambiado la forma en la que entendemos el sonido y la música.
La música concreta obligó a replantearnos en muchos aspectos qué era un instrumento, qué era el sonido y qué era la música… y la música no volvió a ser la misma.
Y más allá de sus aplicaciones directas, la música concreta nos legó una actitud: atreverse a preguntar. ¿Y si…? ¿Y si esto que parece ruido, es música? ¿Y si puedo hacer una melodía con una máquina de café? ¿Y si lo que suena feo, puede tener belleza?
Música concreta y sus vínculos con la electrónica más experimental
La música concreta es una de las formas más puras de electrónica experimental, nacida en estudios académicos a mediados del siglo XX. Este sonido electroacústico utiliza grabaciones reales manipuladas electrónicamente, rompiendo por completo con las estructuras tradicionales. Aunque su origen es académico, ha influido notablemente en géneros como el ambient o el IDM. A continuación, te mostramos cómo se relaciona con otras formas abstractas de música electrónica.
Subgénero | Semejanzas con el sonido electroacústico | Diferencias con la música concreta académica | Enfoque Principal |
---|---|---|---|
IDM |
Ambas exploran el sonido en su forma más libre, con estructuras no convencionales y manipulación digital. | La IDM mantiene cierto pulso rítmico; la música concreta es completamente abstracta y sin tempo definido. | Exploración técnica y artística del sonido digital con matiz experimental. |
Música Ambient |
Ambas crean atmósferas sonoras y rompen con la música tradicional basada en ritmo o melodía. | El ambient es continuo, suave y meditativo; la música concreta puede ser más caótica y basada en collage sonoro. | Creación de paisajes sonoros mediante capas armónicas lentas y prolongadas. |
Conclusiones: más allá del sonido, una nueva forma de arte
La música concreta fue una revolución sonora, pero también una revolución filosófica. Nos sacó de la zona de confort del pentagrama y nos arrojó a la selva del mundo real, donde todo suena, todo vibra y todo puede ser arte.
Pierre Schaeffer no solo inventó una nueva manera de hacer música; nos dio permiso para cuestionarlo todo. Para experimentar sin miedo al ridículo. Para entender que la música puede nacer de cualquier parte, incluso de un tren, un ladrido, o el silencio.
Y sí, muchas piezas de música concreta siguen sonando extrañas, desconcertantes o incómodas. Pero ese no es su fracaso. Es su propósito.
Última actualización el 2025-04-18 / Enlaces de afiliados / Imágenes de la API para Afiliados