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Trap: El grito desafiante de quienes no encuentran espacio

Indice

¿Qué es el Trap? Más que un género, una declaración cultural

Muchos lo encasillan como un subgénero del hip hop, y no están equivocados. Pero limitarlo a eso es ignorar todo lo que representa. El trap es la crudeza de una realidad contada sin filtros, es el grito desafiante de quienes no encuentran espacio en los géneros tradicionales. Es cultura de calle, sí, pero también es tecnología, estética digital, producción minimalista y una carga simbólica enorme.

Se le critica por ser repetitivo, por usar autotune, por hablar de drogas, armas o sexo. Pero curiosamente, esas críticas no son nuevas. Son las mismas que se hicieron en su día al rap, al techno, al funk, al rock… y hoy nadie se atreve a decir que esos géneros no son “música”.

No me gusta el trap. No soy un seguidor del trap ni me encanta. Pero tampoco me atrevería a decir algo como que el trap no es música. Me parece una afirmación totalmente incorrecta y además bastante pretenciosa.

Así comienza un testimonio honesto y brutalmente lúcido que iremos entrelazando a lo largo de este artículo. Porque sí, el trap también es música. Aunque no te guste.

Breve historia del Trap: De Atlanta al mundo

El nacimiento del sonido

El término «trap» proviene del argot callejero del sur de EE.UU., donde las «trap houses» eran lugares de venta de drogas. Artistas como T.I., Gucci Mane y Young Jeezy popularizaron este estilo durante los 2000s, con beats pesados, hi-hats veloces y letras explícitas que hablaban de supervivencia, violencia y calle.

Musicalmente, el trap se definió por el uso de cajas de ritmos 808, sonidos sombríos y una estructura repetitiva. Pero esa repetición no es pereza creativa, es identidad. Es mantra urbano.

La expansión global y el fenómeno latino

A partir de la década de 2010, el trap cruzó fronteras. Se mezcló con reggaetón en América Latina, derivando en el llamado trap latino, con exponentes como Bad Bunny, Anuel AA o C. Tangana. En España, figuras como Yung Beef o Cecilio G marcaron el pulso de una generación marginada y creativa.

Y aunque muchos lo ven como moda pasajera, lo cierto es que ya forma parte del ADN musical global.

El Trap y la crítica social: ¿protesta, moda o ambas?

Una parte del trap tiene una carga crítica muy potente. Habla de pobreza, de exclusión, de violencia institucional. Es un espejo de la desigualdad y de la frustración generacional.

Artistas como Myke Towers, Khea, Nathy Peluso o Yung Beef han tocado temas que incomodan. Desde la gentrificación hasta la brutalidad policial. El trap, cuando quiere, es incisivo y provocador.

Hay artistas con un contenido mucho más profundo. No todo el trap es de tías buenas y narcocorridos.

El trap, como cualquier género, tiene capas. Algunas superficiales, otras muy profundas. Y muchas veces, lo que se interpreta como hedonismo, en realidad es una forma de exorcizar una realidad dolorosa.

Autenticidad, calle y estética: los pilares del movimiento

El trap se ha convertido en un universo estético completo. No es solo música: es moda, es lenguaje, es redes sociales, es imagen.

Los artistas de trap no pretenden sonar como los demás. No quieren sonar “bonito”. Quieren sonar reales. La voz rasgada, el autotune al límite, el beat sucio: todo es parte del manifiesto.

La estética del trap es callejera pero digital. Es barrio y videojuego. Es tatuaje facial y filtro de Instagram. Es una generación criada entre YouTube y precariedad, que encontró en el micro una forma de existir.

¿Machismo en el Trap? Una conversación pendiente en toda la música

Sí. Hay machismo en el trap. Letras misóginas, cosificación de la mujer, violencia simbólica. Pero reducir el problema al trap es simplista.

No todo el trap es así. Y no es un problema exclusivo del género. Tenemos letras de Snoop Dogg, Ricky Martin, incluso pop de los 90 con mensajes similares. Entonces, ¿el problema es el trap o es algo más profundo en la sociedad y la música comercial?

También existen artistas de trap con discursos feministas, o con mensajes introspectivos alejados del sexismo. Ignorar esto es no querer ver el bosque.

Decir que el trap es machista es como decir que toda la música clásica es aburrida porque no me gusta Mozart.

El futuro del Trap: ¿moda pasajera o género clave del siglo XXI?

El trap no va a desaparecer. Evolucionará, mutará, se fusionará. Igual que lo hicieron el rap, el house o el reggaetón.

Ya vemos trap mezclado con flamenco, con jazz, con electrónica. Se cuela en la publicidad, en los videojuegos, en los festivales masivos. Es parte del tejido cultural actual.

Muchos estilos nacen como cosas tímidas y acaban siendo verdaderamente importantes. Creo que es pronto para asegurar que esto no nos lleva a ningún lado.

La industria lo ha asimilado, pero el movimiento se mantiene vivo en la calle, en los márgenes, en los móviles de miles de chavales que graban sus primeros versos en un cuarto sin insonorizar.

Conclusión: El Trap también es música (aunque no te guste)

El rechazo al trap no es nuevo. Es parte de una larga historia de rechazo a todo lo que no encaja en la idea clásica de “buena música”. Pero esa idea es subjetiva, limitada y elitista.

El problema no es el trap. Es la falacia narcisista: si no me gusta, no puede ser música. Porque si fuese buena música, me gustaría.

Ese argumento no solo es erróneo, es peligroso. Cierra puertas. Niega la evolución. Condena a la música a estancarse.

No hace falta que te guste el trap. Pero entenderlo, respetarlo y reconocer su valor cultural es parte de ser honestos con la historia de la música.

Porque si algo hemos aprendido es que todo gran género empezó siendo incomprendido. Y hoy, muchos de ellos son clásicos.

Así que sí, el trap también es música. Aunque no te guste.

Última actualización el 2025-04-27 / Enlaces de afiliados / Imágenes de la API para Afiliados